
A mi nieto
¡Abuelo, no te vayas!
Sus ojos, su sonrisa, su mirada.
Su voz dulce y suave,
de terciopelo y seda trabajada.
¡Abuelo, no te vayas!
Unos pasos saltones y ligeros
resuenan en la estancia abandonada.
Un corazón que late,
y una respiración entrecortada.
¡Abuelo, no te vayas!
La entrada se cancela sigilosa
y el ascensor desciende lentamente.
Unos pies diminutos, en puntillas,
alcanzan el pestillo de la puerta.
Un corazón da un vuelco,
al comtemplar al niño en el rellano.
¿Dónde vas, Íker? . - Con el abuelo-
le respondió el niño.
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