El tiempo en Valencia

martes, 30 de noviembre de 2010



LA FELICIDAD, UN TEMA RECURRENTE.

Vivimos la vida entre la felicidad, el dolor y la rutina. Pequeñas porciones de felicidad comparten nuestra vida con enormes dosis de rutina y una parte importante de dolor, en el mejor de los casos. Nuestro instinto nos lleva a aferrarnos a esos pequeños instantes de felicidad, efímeros, volátiles, casi impalpables, ya que antes de tocarlos se nos han escapado. Al final, la realidad se impone. La rutina pasa desapercibida, sin dejar huella, es el día a día, la cotidianeidad. Pero los momentos de dolor son interminables. Es como si el tiempo estuviera sujeto a los caprichos de un reloj que se ralentiza en los momentos de sufrimiento. A veces la desgracia se ceba en determinadas personas; es injusto. Personas que no se lo merecen tienen que cargar con las culpas de toda la humanidad. Es la mano del destino, caprichoso y cruel.
Disfrutemos de los momentos dichosos que la vida nos depara, intentemos alargarlos como una goma elástica, apurarlos hasta la última gota. Seamos felices mientras podamos.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La entrada que Andrés ha publicado sobre la autoestima y la felicidad me ha traído a la memoria el cuento de León Tolstoi, La camisa del hombre feliz, que leí cuando tenía diez años. Todos buscamos la felicidad; todos decimos que el dinero no da la felicidad; todos sabemos que la felicidad es la ausencia de egoismo; la felicidad es la renuncia a todo lo material supérfluo. Pero hay una fuerza invisible y poderosa que nos empuja en el sentido contrario. Queremos más, cuando conseguimos algo la felicidad dura unos segundos y enseguida anhelamos otra cosa y así entramos en un círculo vicioso, en un pozo sin fondo del que no somos capaces de salir. Sigamos intentándolo.


LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ
Cuando el zar enfermó gravemente, de nada sirvieron todos los remedios que se pusieron a su disposición para que mejorara, por lo que prometió la mitad de sus posesiones a aquel que pudiera devolverle la salud. Y así fue como un trovador le indicó que sanaría si encontraba a un hombre feliz y vestía su camisa. Los emisarios del zar recorrieron todo el mundo buscándolo, pero no encontraron a nadie que estuviera completamente satisfecho y feliz. Sin embargo, cuando al fin lo hallaron, no encontraron el ansiado consuelo: el hombre feliz no tenía camisa.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

TORMENTA



Ruge el cielo.
Henchido por la ira de las nubes,
descarga colérico,
con iracunda indignación y enojo,
una lluvia de luces
que iluminan la noche.

Ruge el cielo.
Nubarrones que braman y estremecen
las entrañas del firmamento entero.
Fogonazos que hieren,
y arrancan los gemidos de la noche.

Ruge el cielo.
Y en el fragor de desigual batalla
entre el rayo y el trueno,
el estruendo alcanza
los confines del mismo firmamento.

martes, 23 de noviembre de 2010

MIRO AL CIELO

Miro al cielo.
Descubro los confines
del azul insondable del espacio.

Miro al cielo.
Me hiere su infinito,
y elevarme quisiera en mi deseo.

Miro al cielo.
Me asusta su espesura,
y confundirme en ella, ese es mi anhelo.

Miro al cielo.
El vértigo me invade,
y en su profunda inmensidad me fundo.

Miro el cielo.
Asciendo entre cristales
para encontarme de nuevo con mí mismo,
y liberarme del pesado yugo
que por momentos se hace insoportable.

viernes, 19 de noviembre de 2010




MAÑANA DE OTOÑO

El chopo tirita.
Está gris el día.
Sembrado el camino
de hojas marchitas.

El olor profundo
del campo dormido,
nos hace soñar
con tiempos perdidos.

Las pámpanas secas.
Ribazos rojizos,
marrones y ocres.
Rastrojo amarillo.

Las ramas que cuelgan
desde el alto muro,
con sus hojas muertas
emiten susurros.

Y el agua que brota
convierte en murmullo,
su choque en la roca
cubierta de musgo.

martes, 16 de noviembre de 2010

PERDIDO

Perdido ante una hoja de papel en blanco, como en un desierto hostil, como en una llanura nevada. Perdido ante la inmensidad del cielo. Perdido en la oscuridad de la noche, en la espesura del bosque, en el transcurrir del tiempo, en la inmensidad del mar. Perdido. Perdido en el misterio de la vida, en la soledad del alma, en el desasosiego del espíritu, en la mirada infinita. Perdido. Perdido en la ansiedad, en la desidia, en la desesperanza. Perdido en la impotencia, en el olvido...
Voces de fondo, un entrevistador,
que no quiero esuchar.
Tensión en la cabeza,
mil cosas al azar
dispersas en la mesa.
Papeles, artilugios,
que se niegan a hablar.
Palabras, más palabras
que quisiera olvidar
y comenzar de nuevo.
Nada tiene sentido,
mañana, Dios dirá.

viernes, 12 de noviembre de 2010


Bueno, un día más. Un día más pero diferente a todos. Cada día es diferente, incluso los que tildamos de rutinarios. La misma rutina tiene sus variantes. No me he levantado muy temprano, eran las 8:15 a.m. Como todas las mañanas preparé el desayuno, café con lecha, zumo de naranja, galletas, cereales kellogs, nueces, miel, mermelada, tostadas. Acabado el desayuno tomé la decisión de apurar los membrillos que me quedaban para hacer dulce o carne de emembrillo. Los lavé, corté y pesé. En total un kilo y medio que puse a cocer durante diez minutos. Transcurridos los diez minutos los puse en agua fría y nos fuimos a caminar. Como casi todos los días fueron 55 minutos de marcha a buen ritmo. Al regresar a casa pelamos los membrillos, los volví a pesar y después de triturarlos les añadí la cantidad correspondiente de azúcar poniéndolos de nuevo al fuego y trabajándolos durante una hora. Resulta muy pesado el estar durante una hora dándole vueltas sin parar, para que no se pegue ni se queme. Transcurrida la hora echamos el membrillo en una bandeja y fin del proceso.
A continuación me duché y nos fuimos a tomar una cerveza con mis antiguos compañeros. De regreso a casa degustamos el rape a la marinera que había preparado antes de irnos. Estaba buenísimo.
Por la tarde pasamos un rato, con nuestro nieto, en el parque. Y después de visitar a mi madre nos fuimos a la presentación del libro "El dedo de Dios".
Volvomos a casa y después de cenar me senté al ordenador y aquí sigo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

OTOÑO





Estamos en el esplendor del otoño, el campo se viste de grana y oro, la tierra descrubre sus secretos, colores y aromas exclusivos: la flor del azafrán, de las tierras manchegas; los níscalos, de la sierra conquense y los membrillos, con su olor penetrante, inconfundible. De ellos obtenemos los más exquisitos manjares: Dulce de membrillo, níscalos a la plancha o el azafrán tostado. El dulce de membrillo me salió superior y los níscalos sabían a gloría.

OTOÑO
Del otoño, hojas secas.
Mil colores ocultan y atesoran,
mil colores que esconden
y eclosionan,
en raudales de luz
dulce y serena.
Con aroma y esencia de membrillos,
con colores de miel
dulce y brillante.
Con reflejos de oro,
transparencia de tules y cristales.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El último baño en la playa


Hoy ha sido, seguramente, mi último baño de la temporada. Un día espléndido. Un sol brillante y cálido inundaba la playa casi desierta. La arena cálida, el cielo luminoso, el agua azul turquesa, fría y agradable. Las olas batían la orilla y dejaban una mar en calma . Olas que rompían en mi cuerpo hundido hasta la cintura; más allá era la calma, y una línea lejana, cual una pincelada unía cielo y mar. Unas brazadas mar adentro hasta tocar el cielo con las manos y un volver a la orilla dejando el horizonte abandonado. Volver a sumergirme en las azules aguas, avanzar mirando al cielo cara a cara; y al flotar vertical, en un segundo apenas, sentí desorientado la inmensidad del mar. Más tarde, al hacer pie, noté no responder a mi mandato de caminar erguido. Una vez en la orilla, mi cuerpo seguía abandonado por una mente ausente. No sentí frío, sólo una insensible tibieza. Logré asentar mis pies sobre la arena, recuperé la calma y tumbado sobre la tibia arena cerré lo ojos y escuchando el sonido de las olas permanecí en silencio.